domingo, 21 de noviembre de 2010

'No hay tiempo que perder'

"Aba Kolerá" y "fuera Minustah", ese el pareado que por segundo día consecutivo entonaron decenas de jóvenes en las calles de Puerto Príncipe. Fueron gritos y disturbios aislados que para nada interrumpieron los atascos, el comercio ambulante y el precario ritmo de la ciudad.
Este viernes, a diferencia del jueves, fue mucha menos gente la que se enfrentó a la policía y la manifestación acabó reducida a un montón de actos vandálicos contra los rostros electorales que forran las paredes de la capital haitiana más que a una protesta organizada.
En las calles de la capital se notaba que ya no era día festivo pero el mensaje seguía siendo el mismo: fuera los cascos azules de la ONU, señalados de traer el cólera.
Sin embargo, y al margen de la bacteria que se expande por el país, detrás de los ataques contra los cascos azules de la ONU se esconde una tensa campaña electoral que elegirá presidente el próximo 28 de noviembre y que es la que proporciona la gasolina necesaria para alimentar la pira de odio y rechazo a la misión de la ONU, en general, y a los soldados nepalíes, en particular.
Varios candidatos han apelado a la soberanía nacional para pedir la inmediata salida "de las fuerzas de ocupación" y desde Sudáfrica, Aristide, aún con mucho tirón en Haití, insiste en que se trata de fuerzas coloniales. "Ellos están ganando mucho dinero aquí y no sirven para nada", explica Marie Goloisse junto a la tienda de campaña en la que duerme frente al derruido palacio presidencial desde hace más de trescientos días.
Y mientras crece la hostilidad hacia los cascos azules, el cólera avanza por el país, donde ha dejado 1.186 muertos y más de 18.000 afectados, sin que las armas de unos y las piedras de otros puedan hacer nada para impedirlo. A ello contribuyen las condiciones higiénicas de un país que parece diseñado para diseminar el cólera, que se expande sin freno gracias a cañerías de agua marrón como las que hora utilizan para beber y lavarse cientos de personas como Marie.
Y es que si la bacteria del cólera tuviera forma, olor y lugar de residencia, adoptaría la morfología de cualquiera de las calles de Puerto Príncipe, convertidas en un gran basurero en el que se mezclan heces, plásticos y animales muertos. Olería como cualquiera de los asquerosos ríos de color negro que atraviesan la ciudad y, sin duda, habitaría Haití.

'Tranquilizar a una población horrorizada'

Hasta los hospitales de la capital siguen llegando enfermos. Lo hacen deshidratados, con la piel cuarteada, doblados sobre sí mismos o directamente sostenidos de los brazos de sus familiares. Así van entrando en los hospitales de la capital haitiana los miles de afectados por el virus del cólera. Y es que la advertencia es clara: una persona puede morir deshidratada en cuestión de pocas horas, de ahí la importancia de normalizar la situación cuanto antes.
Médicos Sin Fronteras, que ha asumido el gran peso de la lucha contra la epidemia (ha atendido a 15.000 de los 18.000 afectados) realizó un llamamiento desesperado: "No hay más tiempo para perder en reuniones. Hay que proveer agua potable, construir letrinas, remover deshechos y tranquilizar a una población aterrorizada", señaló en un comunicado en el que llamó "a todos los actores a reforzar su acción".
"Mientras la epidemia gana importancia, el lento despliegue de la ayuda es ahora preocupante", destacó la ONG. "Las carencias graves en el despliegue de medidas adaptadas socavan los esfuerzos para limitar la epidemia. No es la hora de reunirse ni de hablar, sino de la acción", señaló Stefano Zannini, jefe de la misión en Haití. Antes del terremoto del 12 de enero, sólo el 12% de la población tenía agua corriente y tratada, y sólo el 17% condiciones higiénicas adecuadas. Ahora, la situación ha empeorado.
Mientras tanto, y en medio de la tensión, ya no hay misión de la ONU que no salga a la calle fuertemente custodiada.

Fuente: elmundo

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