jueves, 4 de noviembre de 2010

Una linterna solar contra las violaciones

Algo ha cambiado en la vida de Mary Panom. Sigue siendo una refugiada en el campo que ACNUR tiene en Kakuma (al noroeste de Kenia) pero confía en un futuro diferente. Ahora tiene 20 años, aunque por su rostro aparenta 15. Llegó siendo un bebé, con su familia, huyendo de Sudán por problemas políticos, país al que espera regresar. Mientras, no se sabe si por mucho o poco tiempo, vive el día a día con la ayuda humanitaria que allí recibe.

belén rodrigo
Mary Panom en el campo de ACNUR en Kakuma
Cada quince días va a buscar alimentos al centro de distribución donde reparten productos con 2.100 calorías diarias para cada miembro familiar. Hay comida para todos, pero se someten a largas horas de espera y a algún enfrentamiento que otro entre refugiados de los diferentes países que allí conviven.
En este centro trabajan instituciones que con sus proyectos intentan mejorar la vida de los refugiados. Mary parece feliz. "Me siento afortunada", explica. Y es que su rutina ya no es la misma. Ahora tiene una linterna solar que la acompaña cuando el sol se esconde. "Cada día, durante las clases, recargamos nuestras linternas en este panel solar, y nos la llevamos a casa".
Con esa luz puede estudiar por la noche. Y lo más importante: "no tengo miedo a ir a la escuela cuando está oscuro el camino". Sabe que otras jóvenes y mujeres han sido violadas en caminos por los que pasa diariamente. La luz instalada en algunas zonas del campo también ayuda a evitar asaltos y violaciones.
4.500 linternas
En un campo de 75.000 refugiados, la escuela secundaria acoge a 820 estudiantes. Con una minoría de mujeres, el centro intenta fomentar el estudio entre las jóvenes porque muchas veces encuentran oposición en su propia familia. "Si en un mes asisto al 80% de las clases me dan paquetes de azúcar para los míos", cuenta Mary. "Mi familia también usa la linterna y por eso quieren que asista todos los días a la escuela para poder recargarla". Los mejores estudiantes reciben una beca para ir a la universidad. "Me gustaría seguir los estudios, tener un futuro".
En total son 4.500 linternas repartidas entre jóvenes estudiantes y que forman parte de un proyecto piloto de la empresa portuguesa EDP en este campo de refugiados. El programa se basa en el uso de energías renovables y gracias a ideas sencillas y baratas, y sobre todo sustentables por sí mismas, se ha mejorado sustancialmente la vida de esta gente.
Hornos solares y huertas familiares
La familia de Mary usa leña para cocinar, pero hay quien ha recibido utensilios más sofisticados. "Una amiga de mi familia ha recibido un curso de formación para cocinar con hornos solares", cuenta Mary. Es otro de los proyectos que están revolucionando la vida de las mujeres. "En la otra zona del campo hay familias que tienen una huerta, y además de tener productos frescos en sus casas pueden vender lo que les sobra", dice con envidia la joven Mary.
Cien familias se benefician de este otro programa y gracias a una bomba de agua riegan diariamente sus huertas, a la espera de tener en casa vegetales y otros alimentos que escasean en el campo.
"Es importante que esta ayuda llegue a más mujeres, porque somos nosotras las que trabajamos en el campo". Los hombres se limitan a autorizar este tipo de actividades. Si no pudiese regresar a mi país quizá un día, cuando acabe mis estudios, pueda regresar al campo para ayudar a mi familia y a otros sudaneses.
Para regresar hace falta salir, y las posibilidades son escasas. Pero Mary sabe que los sueños a veces se convierten en realidad. Por eso ha elegido este camino.

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