miércoles, 27 de octubre de 2010

Cumbre de Nagoya: reunión de burócratas

 

Nuevos cuentos de Genji


Fecha de Publicación: 25/10/2010
País/Región: Internacional
Japón parece Macondo. Murakami debería cultivar el realismo mágico. En este octubre, que asemeja abril, han florecido los cerezos y centenares de osos han salido de los bosques para buscar sustento en las ciudades, los supermercados y las casas de los hombres.
Causante: el clima. Empieza ahora a aflojar el calor, pero los ancianos del lugar (y hay muchos, porque en Japón apenas nacen niños y los viejos tardan en morir) no recuerdan temperaturas tan altas como las que desde julio hasta hoy se han registrado.
Algo pasa en el suelo y en la atmósfera, lo sabemos todos, y mientras eso pasa, aquí cerca, en la ciudad de Nagoya, los paniaguados de la COP 10, que ya ha sobrepasado su ecuador, y nada, esgrimen vaticinios catastrofistas sobre el futuro de la biodiversidad, degluten cifras pavorosas en lo que atañe a la extinción de las especies vegetales y animales, se disponen a sugerir medidas que luego arrinconarán los políticos en el cajón de las ilusiones rotas y se van de paseo con sus cámaras en bandolera -tengo una foto delante- a los jardines de Shiratori, inaugurados hace 18 años en lo que fue sede de una Expo temática en 1989.
Ecoturismo ... A eso, en definitiva, se reduce la décima Conferencia en la Cumbre de la Biodiversidad, que se inauguró el día 18 con la escenificación de la ceremonia del té -lo más probable es que los compromisarios, lost in translation y con la rótula hecha trizas, se aburrieran de lo lindo- y se clausurará el próximo viernes con los discursos vanos y el brindis al sol de los políticos que no quieran quedarse sin la fiesta y sin la foto.
Lo de siempre. Lo de Río en el 92. Lo de La Haya. Lo de Curitiba. Lo de Bonn. Lo de Copenhague ... Ya van diez.

Reunión de burócratas
Hablan, vuelven a hablar y siguen hablando, presumen, prometen, fanfarronean, se intercambian tarjetas de visita -en Japón son una peste. Las dan a puñados- y luego, con los bolsos de Gucci, los maletines de Samsonite y las maletas de Vuitton atiborradas de souvenirs, se van a casita y esperan, viendo documentales de la National Geographic, a que un año después se los lleven en volandas con dinero del contribuyente a cualquier otro lugar del universo, y si es exótico, lejano y atractivo, mejor. La COP 11 se celebrará en la India.
A Nagoya han venido representantes de 192 países sin contar la Unión Europea. No está mal. ¿Queda algún despistado por ahí? No se preocupe, hombre. En la próxima Cumbre nos vemos. Lleve pastillas para la diarrea.
Por venir, ha venido incluso Harrison Ford, que dará una conferencia en paralelo. Es la máxima atracción de una feria de ceros a la izquierda, promesas falsas y cacareos fútiles a cuyo acto de clausura -panal de rica miel- acudirá una caterva de ministros, altos funcionarios, figurones de la cosa pública, chupópteros de los organismos internacionales, jefes de estado y demás ralea. El actor, por lo menos, animará el cotarro y, como no busca votos ni tiene nada que perder, lo hará sin pelos en la lengua. Libró la guerra de las galaxias, luchó contra los nazis, encontró el Grial ... Ahora defiende el ecosistema. ¡Ojalá esa película termine bien! Honor y fuerza, amigo Ford.

Cifras pavorosas
Pero no será fácil. Las cosas no pintan bien. Cifras pavorosas, dije antes... Las especies desaparecen a un ritmo 1.000 veces superior al de los índices naturales de extinción. Alrededor de 16.000 colectivos de criaturas, sobre un total de 52.000 existentes en el planeta, están perdiendo su hábitat. Quedan en el mundo 3.200 tigres -había 100.000 hace menos de un siglo- y sólo 1.000 de ellos son hembras en edad de merecer y procrear.
El 75% de las especies cultivadas con miras a la alimentación a lo largo de la historia se ha extinguido a lo largo de los últimos 100 años. La película 'The Cove' no ha servido para que los vecinos de Taiji dejen de escabechar delfines. Lo hicieron en septiembre. Y en cuanto a las ballenas, el país anfitrión de la Cumbre y otros que tal bailan se hacen los suecos (o más bien, en este caso, los noruegos) en lo que a las aplastantes razones de los conservacionistas se refiere. La tercera parte de las 6.285 especies de anfibios catalogadas corren peligro de extinción. Cada año desaparecen 13 millones de hectáreas de bosque. En fin ... ¿A qué seguir?

Temperaturas extrañas
¿Cambio climático o zapatiesta generalizada? Japón, en octubre, ha hervido en la perola de la temperatura, pero dicen que el próximo invierno convertirá en escarcha hasta los pelos de la nariz. Quizá, en abril, no florezcan los cerezos y en 2012 se demuestre que los mayas no andaban descaminados. Confiemos en que Quetzalcoátl los desmienta.
Lo de los osos no es broma. No corren aquí riesgo de extinción, sino, en todo caso, de urbanización y humanización. Casi 300 han sido avistados fuera de su territorio en las últimas semanas. Buscan comida, porque faltan bellotas en el monte. Dos de ellos vagabundearon como si tal cosa por entre los coches, los semáforos y los pasos de cebra de una ciudad de Hokkaido. Los vi en la tele. Me encantó. Realismo mágico.
Otros dos embajadores de la comunidad osuna entraron de madrugada en la alcoba de unos viejitos y despertaron de un zarpazo a la señora. Las escuelas les gustan. Hay bocadillos, toboganes y columpios. Suelen visitarlas. Los alumnos, divertidos, palmotean mientras los profes, con los ojos como platos de sushi, llaman a la policía.
El pasado jueves -también tengo esa foto delante- tres simpáticos plantígrados, juguetones ellos, treparon por el cedro del patio trasero de la casa de un vecino de Iidemachi. Y anoche, sin ir más lejos, yo mismo, lo juro por Noé, por Baloo y por Mowgli, vi un oso de buen tamaño mientras paseaba frente al tupido bosque del conjunto de templos de Nanzen. Naoko, mi mujer, creyó que era una broma para meterle miedo, pero luego, por si acaso, salió despavorida. Yo, como don Tancredo, no moví ni un músculo. El oso, por suerte, sí. Echó a correr y se escabulló en la espesura. ¿Japón? No. Macondo. Escriba Murakami los nuevos cuentos de Genji. Aquí está el primero.

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